Geografías

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Qué ilusión, y qué nervios. Mañana nos vamos a Memphis, Tennessee. Tantos años leyendo y paladeando esos nombres y por primera vez voy a ver los lugares a los que aluden. Como fui un niño antiguo que no viajaba nunca y que obtenía todas sus ideas sobre el mundo exterior en los libros y en los atlas soy muy sensible a la sugestión de esos nombres. Tennessee es un nombre lleno de consonantes y vocales repetidas, más bello todavía cuando se le da la pronunciación justa en la última sílaba. Pero más largo todavía es el nombre en sí mismo fluvial del Mississippi, que verán nuestros ojos por primera vez mañana, si Dios quiere, como añadiría mi madre. ¡El Mississippi! ¿Por qué son tan extraordinarios los nombres de los ríos? Hace años Elvirá volvió asombrada de una visita a una escuela de Canarias. La profesora, muy ufana y vindicativa, le dijo que por fortuna los niños canarios ya no tenían que estudiar los ríos, como en el franquismo, porque en Canarias no hay ríos, y si no hay ríos en Canarias, ¿por qué razón tendría que estudiar eso un niño canario? ¿Será franquista, según los consabidos pedagogos, recitar en voz alta nombres de ríos, leer sobre ellos, aprender su importancia en las vidas humanas? Desde los miradores de Úbeda veíamos relucir en el valle, entre los olivos, la corriente del Guadalquivir, que no será el Mississippi pero también tiene cuatro sílabas: Wad al-Kabir, el Río Grande. Qué raro que existan de verdad esos lugares tan visitados por la imaginación.

Buscaremos rastros del blues y de los últimos días de Martin Luther King. Incluso, si nos queda tiempo, porque volvemos el viernes, iremos a Graceland, para acordarnos de Elvis y de Paul Simon. Qué raro será ver la palabra Memphis en un indicador de la carretera.